Cada 18 de mayo, la escarapela argentina vuelve a lucirse en las solapas de estudiantes, docentes y ciudadanos. Este pequeño pero potente distintivo forma parte del conjunto de símbolos patrios de la Argentina y es uno de los primeros en haberse establecido oficialmente.
La historia se remonta al 18 de febrero de 1812, cuando el Primer Triunvirato decretó su uso oficial con los colores blanco y azul celeste, a propuesta de Manuel Belgrano. Pero su historia es mucho más compleja y rica.
Un origen con varias versiones
El origen de los colores celeste y blanco no tiene una versión única. Algunas teorías los vinculan con la Orden de Carlos III, otras con los colores borbónicos del rey Fernando VII. También se afirma que durante las Invasiones Inglesas de 1806 y 1807, los colores comenzaron a usarse por parte del Regimiento de Patricios y las damas porteñas como símbolo de resistencia.
Durante las jornadas previas al 25 de mayo de 1810, los patriotas se identificaban con cintillos blancos, y luego también con rojos. Pero fue en febrero de 1812 cuando Belgrano pidió formalmente que se establezca un solo emblema común para todas las tropas: una escarapela celeste y blanca. El Gobierno aceptó la propuesta y así nació oficialmente uno de los símbolos más representativos del país.
La escarapela y la bandera
El entusiasmo de Belgrano por este símbolo fue tan grande que, poco después, diseñó la primera bandera argentina con los mismos colores. Lo hizo en Rosario, el 27 de febrero de 1812, mientras inauguraba la batería Independencia. La bandera fue izada pese a que el Triunvirato le ordenó volver a usar la enseña española.
Esta acción marcó un hito en la construcción de la identidad nacional: la escarapela y la bandera pasaban a ser símbolos de un país que empezaba a definirse a sí mismo.
El Día de la Escarapela
El 18 de mayo fue elegido como Día de la Escarapela por el Consejo Nacional de Educación en 1934, motivado por una iniciativa surgida en escuelas de Buenos Aires. La fecha se oficializó en 1941 y se estableció que las celebraciones incluyeran actos en las escuelas con la participación de alumnos de diferentes grados.
Aunque en algún momento la conmemoración se redujo a una simple mención en la cartelera de efemérides, en 1960 se retomó la práctica de realizar actos escolares. Desde entonces, la escarapela vuelve a ser protagonista cada mayo, recordándonos el camino recorrido hacia nuestra independencia.
Un gesto simple, un gran significado
Colocarse la escarapela en el pecho puede parecer un gesto simple. Pero es un recordatorio vivo del esfuerzo, las luchas y las ideas que dieron forma a nuestro país. Es un símbolo que nos une más allá de diferencias políticas, sociales o generacionales. Es memoria, identidad y compromiso con una historia que seguimos construyendo entre todos.