En los últimos años, el método Montessori ha ganado popularidad entre las familias que buscan una alternativa más personalizada y respetuosa con los ritmos individuales de aprendizaje. Su propuesta, basada en la libertad, la autonomía y el respeto por el desarrollo natural de cada niño, ha cautivado a muchos. Sin embargo, al momento de transicionar a un sistema más estructurado, como el tradicional, pueden surgir desafíos que vale la pena considerar.
Esto fue lo que vivió Laura Julien, una madre francesa que decidió compartir su experiencia al ver que, tras cuatro años en un entorno Montessori, su hija enfrentó ciertas dificultades al integrarse en una escuela convencional. Según relata, los primeros años fueron enriquecedores y armoniosos, con espacio para la exploración, la creatividad y el aprendizaje a través del juego.
“Mi hija vivió una etapa mágica en sus primeros años de infantil, aprendiendo a su ritmo, en un ambiente cuidado y estimulante”, describe.
Sin embargo, al llegar a etapas educativas donde se requiere mayor estructuración en contenidos, evaluaciones regulares y competencias estandarizadas, la brecha entre lo aprendido y lo esperado por el sistema comenzó a notarse.
Entre los aspectos más complejos, Julien menciona la tardía incorporación de herramientas básicas como la lectura, la ortografía o la numeración, así como la falta de instancias formales de evaluación que dificultaron la preparación para los exámenes.
“El cambio al sistema tradicional implicó un proceso de adaptación. Tuvimos que recurrir a clases particulares para reforzar contenidos clave, pero poco a poco mi hija recuperó la seguridad y el entusiasmo”, comenta la madre.
A pesar del desafío, destaca que fue posible acortar esa distancia. Hoy, la niña asiste a la escuela con entusiasmo, algo que durante su última etapa en Montessori parecía perdido.
Este tipo de testimonios abren un debate saludable: ¿cómo lograr una mejor articulación entre modelos pedagógicos alternativos y el sistema formal? ¿Es posible mantener los beneficios del método Montessori sin perder de vista las competencias requeridas en etapas posteriores?
Algunos especialistas en educación sugieren que no se trata de enfrentar modelos, sino de encontrar puntos de conexión. Brindar a las familias herramientas claras sobre lo que cada propuesta ofrece, sus límites y sus implicancias, puede ser la clave para una elección más informada y acorde a cada realidad.
“Lo que más me costó fue la falta de transparencia sobre qué se trabajaba en clase y cómo se evaluaba el progreso. A veces como madre sentía que estaba caminando a ciegas”, reflexiona Julien.
En definitiva, cada experiencia es única, y lo importante es que cada familia pueda contar con información y acompañamiento adecuados. La transición entre modelos no siempre es sencilla, pero con apoyo y flexibilidad, puede transformarse en una oportunidad de crecimiento para niños y adultos por igual.
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